Salí de la carroza
de manera rápida, no deseaba perder tiempo. Le di el pago debido al conductor,
un viejo amigo en el que suelo confiar para transportarme. Di propina,
encomendé que lo invirtiera en su adorable Torcon, después de todo su fuerza y
determinación me llevo hasta aquí.
Una vez fuera, sin
sorpresa alguna, me recibieron como si fuera un amigo con el que congeniaba
frecuentemente.