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Una vez todos los
alumnos han salido a la libertad relativa en este mundo cruel, el profesor se
para enfrente de nuestros protagonistas y le da instrucciones claras y concisas
rellenas con insultos vacíos que en este punto ya son típicos en él.
Debido a su
inherente “rebeldía ante las putrefactas reglas de convivencia entre profesor y
maestro”, ambos son condenados a hacer de conserjes de toda la escuela.
Obviamente esto no será a un nivel obsesivamente completo, después de todo la
escuela posee un conserje propio. Será más una limpieza ligera para liberar las
instalaciones de las profanaciones materiales en el suelo, y restringido a las
salas que poseen permiso los plebeyos comunes (ergo, excluir la sala de
maestros y la oficina del director).
Después de dar
esta gran tarea, el profesor se marcha para seguramente ir a seguir su
sufrimiento diario en algún otro lugar.